Estos días, des de la asignatura de Física, se están proponiendo experimentos prácticos en los grupos de Bachillerato.
En 2º, a propósito del estudio del átomo, el profesor trajo a clase un curioso dispositivo, que había construido él mismo. El aparato permitía hacer visible el espectro de cualquier luz, fuera la luz del sol, la llama de un mechero o se tratara de luz artificial de bombillas o leds. El principio físico era muy simple: se trataba sólo de crear una cámara oscura, aislar un rayo de luz, y dejar que la superficie de un CD lo difractara. Resultó muy interesante observar las diferentes componentes de la luz y las líneas de absorción de los elementos. En la luz blanca, por ejemplo, se podían ver todos los colores del arco iris.
En 1º de Bachillerato, el profesor propuso un reto al alumnado: calcular el número de moléculas del aire que llenaba la clase. Para ello, además los cálculos estequiométricos, debíamos partir del volumen de nuestra aula. Para ello, teníamos que medir la altura, y no teníamos escalera. El alumnado calculó esa altura inaccesible aplicando la semejanza. Una vez disponíamos del volumen, también teníamos que tener en cuenta la presión y la temperatura. Fue sorprendente saber que dentro de la clase disfrutábamos de… ¡miles de cuatrillones de moléculas del aire!
Estos experimentos se llevan un tiempo de la clase. Pero ni mucho menos en un tiempo perdido. El alumnado entiende mejor los conceptos, y su utilidad en la vida práctica. De esta manera, se dota de una componente más motivadora a las materias.
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